miércoles, julio 13, 2005

Eventualmente, el miedo aparece por ahí...



Es una sensación que no experimento con mucha frecuencia pero que cuando se me presenta sabe exactamente en qué parte de mi conciencia y subconciencia atacar. Esta manía de complicarlo todo tan sólo en los pensamientos, esta inclinación a siempre pensar lo peor de las cosas y de las situaciones que me acontecen. Claro que esto no es del todo malo; bien dicen ‘por ahí’ que es mejor “esperar lo peor de la gente para que lo mejor nos sorprenda”. Pero, palabras más o palabras menos, desde esta raíz se suscita el miedo.

Bueno, todo esto viene al caso porque, aunque los miedos no sean una fuerza constante en mi día a día, se dan de vez en cuando.

Y hoy sentí miedo.

Un miedo atroz a la presunta realidad que imagino en mi cabeza y que me agobia cuando la proyecto en mi futuro. Resulta que estaba durmiendo esta mañana; recién amanecía y ya estaba somnoliento pero más adormilado que cualquier otra cosa. Tenía un diez por ciento de mí en este mundo y el otro noventa volaba aún entre nubes y montañas. Eran las seis de la mañana o algo así y sonó el teléfono.

Bueno, dónde está el temor? Qué es toda esta parafernalia?

En mi familia jamás acostumbramos llamar a esa hora; para eso está el resto del día y sabemos que las seis de la mañana son para terminar la faena del sueño o desperezarse; pero jamás para llamar por teléfono. Además están los antecedentes: creo que van a ser ya siete u ocho años, que sonó el teléfono por allá como a las cinco de la mañana; contestó mi mamá (que por esos días estaba visitándome) y era mi papá quien llamaba a informarme que había muerto mi abuelo, su papá. Fue triste, sobretodo porque le quedan a uno los recuerdos grandiosos de alguien a quien se quiso mucho y que nunca se va a volver a ver. Otro antecedente; hace cuatro años; la misma situación: mi mamá de visita, sonó el teléfono a eso de las seis de la mañana; y era mi tía desde Buga quien llamaba a informarnos que la abuela había muerto, su mamá. Ella se encontraba enferma desde tiempo atrás; tenía el mal de Alzheimer y Neumonía. Fue un golpe fuerte para mí; pero sobretodo porque era consciente de lo duro que iba a ser para mi mamá.

Por eso sentí temor al despertar; a las seis de la mañana no tiene porqué sonar el teléfono en condiciones normales.

El teléfono timbró una vez…

Dos veces…

¿?

No sonó más… ¿?

Esperé otro rato, quizá en mi adormilamiento se me hiciera eterno el tiempo entre un timbrazo y el otro, pero no, jamás timbró de nuevo.

Me calmé y volví a conciliar el sueño, un sueño profundo como los míos, hasta las seis y cuarenta y cinco de la mañana.



Peter P@n